Las horas que precedieron a la Pasión y Muerte de Jesús quedaron grabadas con singular fuerza en la memoria y el corazón de quienes estuvieron con Él. La Última Cena es uno de los episodios mejor atestiguados de su vida, en tanto que Jesús quiso compartirlo sólo con los Doce Apóstoles. No le acompañaron ni María, su madre, ni las santas mujeres. Jesús lavó los pies a sus discípulos dando así ejemplo humilde de servicio, sintió profunda tristeza al anunciarles que uno de ellos lo iba a traicionar, instituyó la Eucaristía y les indicó que la celebraran siempre con afecto para que su últimas palabras dejaran huella en sus corazones. Igualmente, uno de los momentos más bellos fue cuando Jesús les legó el mandamiento nuevo, aquel cuyo cumplimiento iba a ser la señal distintiva del cristiano:
"Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os máis unos a otros".
(Jn 13, 34-35)
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