Tras su captura, Jesús compareció en aquella noche ante diversas personas tales como Anás, Caifás, el Sanedrín, Pilato, Herodes o las propias masas de gente. Ante ellas, Jesús se presentó solo armado con la fuerza de un amor que no iba a detenerse por la injusticia, el odio o la debilidad. Jesús supo qué hacer en cada momento, calló cuando convino y habló cuando fue necesario, dejando clara su identidad y su misión.
Al acabarse el juicio ante el Sanedrín, Jesús había manifestado la Verdad de su persona. Los que creían en Él estaban consternados y no sabían qué hacer, los que dudaban estaban más inclinados a la condena, y los conspiradores se alegraron del éxito tan fácil que habían tenido. Sin embargo, ellos no podían condenar a muerte y es por lo que llevaron a Jesús ante Pilato.
Pilato, sorprendido de la calidad de los acusadores, pues muchos eran del Sanedrín, se dio cuenta de que estaban allí por una cuestión importante. Aún así, su primera reacción fue que ellos mismos juzgaran a Jesús según sus propias leyes, algo a lo que se negaron porque no contaban con la suficiente autoridad para dar muerte a alguien. Además, ante la acusación de que se proclamaba rey, es cuando Pilato se interesó por el juzgado.
"Pilato le preguntó: ¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús le contestó: ¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí? Pilato replicó: ¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí, ¿qué has hecho? Jesús le contestó: Mi reino no es de este mundo. (...) Pilato le dijo: Entonces, ¿tú eres rey? Jesús la contestó: Tú lo dices, soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz" (Jn 18,33-37).
Pilato no supo llegar a entender cuál era el Reino al que Jesús se refería, ni tampoco la Verdad que predicaba. La única verdad que entendía era la del poder y la del dinero. Sin embargo, y a pesar de no entenderlo, no encontraba culpa en el juzgado. Jesús calló, pues todo había quedado claro en el juicio ante Caifás y el Sanedrín.
"Me habéis traído a este hombre como agitador del pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas de que lo acusáis (...) así que le daré un escarmiento y lo soltaré" (Lc 23, 14-16)
Pilato sabía que era inocente, pero no lo soltó. Fue débil ante las presiones de los judíos y decidió contra toda justicia castigarle. Sin embargo, la declaración de que después de castigarle le soltaría agitó a los judíos que querían que Jesús muriera, lo que creó un ambiente cada vez más violento que fomentó la indecisión y debilidad de Pilato. Esto hizo que finalmente, el gobernador permitiera la condena de un inocente y convirtió a Pilato en responsable ante la ley y ante su conciencia.
"He aquí a vuestro rey. Ellos gritaron: ¡Fuera, fuera; crucifícalo! Pilato les dijo: ¿A vuestro rey voy a crucificar? Contestaron los sumos sacerdotes: No tenemos más rey que al César. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran" (Jn 19, 14-16)
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